Hay un mapa. Una hoja de ruta. Es más que seguro que existe un planteamiento general, un marco de fondo, la paleta básica para ir mezlcando los colores. El bosquejo de los trayectos, alguna que otra pincelada que los dibuja, esta de por sí y ahora lo entiendo, en esos mapas que contienen nuestros caminos inevitables, los inexcusables. En forma de momentos, hechos, tiempos. Personas. Ellos. Ellas. Podemos, está bien, decidir en la mayoría de los casos si cruzarlos, por dónde cruzarlos, cómo pasar a través de ellos. Pero su llegada, la alineación planetaria que crea las circunstancias favorables a los encuentros y desencuentros está preconcebida en ese mapa. Quizás sí, con las rutas alternas ("y si contesta negativamente, pase a la opción C") pero no todo está supeditado a la voluntad como afirman las ciencias del pensamiento y la razón. O mejor dicho, para llegar al momento de la toma de decisión necesario es atravesar una serie de condiciones que no siempre propiciamos: Par