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Mostrando entradas de julio, 2009

Confesiones

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Hay confesiones del tipo “odio la vida” y son las que usualmente salen bien. Las que llevan a los escritores, poetas y afines a ganarse premios internacionales de literatura y son inmortalizadas en el anecdotario culturístico de los que se llama “versados” “letrados” “literatos”, porque descubro que hay un patrón –del que por supuesto yo no me salvo- en donde todo lo hostil, infeliz, oscuro, vertiginoso, imposible, absurdo, maltrecho, difícil y epítetos similares es lo que verdaderamente cuenta. En algún momento de la vida, los seres humanos encontramos el gusto al dramatismo, al sufrimiento como esencia, al Delia Fiallo en gerundio, al guión de novela mexicana de televisa porque aprendemos a sufrir. No aprendemos a querer, aprendemos a parir queriendo, no reconocemos el gusto por las veladas felices porque ellas sólo pueden formar parte del “final” y caminamos así, a tientas, esperando que cuando se nos atraviese el punto final, en ese preciso momento incierto y sublime, la vida, fina