Lenguaje

Después de esa madrugada de pétalos danzantes, también llovió.Como en ésta.Al fragor de la copa de vinos que nos terminamos sobre los cuerpos y la complicidad de lo prohibido vivido a plenitud.

Hubo dos cuerpos, pero una entrega absoluta, uniforme. Una sincronía en la que no medió tiempo de conocimiento, ni grado de afinidad predeterminado: esa afinidad tuvo definición en la misma delicia que planteó lo intersubjetivo.


La lluvia se acostó conmigo en esas primeras horas, cuando la embriaguez de nuestro festín particular me impidió invertirle horas al sueño. Tenía que escribirte, escribirnos,;como si de eso dependiera el ciclo de los mares, el movimiento de rotación y la necesaria inclinación del eje terrestre, para que la luz no nos derritiese y el hielo no penetrase los calzones.


Había la necesidad de dejar constancia por escrito del último segundo juntos. Decirle al mortal que me sucedería esa noche, o 12500 noches después, que estuve contigo, estuviste conmigo,estuvimos. Porque a final de cuentas, nunca fuimos un verbo en tercera persona.


Tu mano, mi piel, los bamboleos. Tuyos, míos. Nuestro vuelo.


Nadie te dice nunca el verdadero significado de la entrega. Y le parece risible al mundo el concepto bíblico de la sola carne que te vuelves con alguien, para alguien, cuando el sexo se vuelve común relación. Si eres mujer, tus siglos de cultura ensartados hasta en el clítoris, te lo recordarán. Tendrás la vara para diferenciar el sólo y buen sexo, del amor y el buen sexo y del buen sexo con algo más definitivo, menos comprometido y más perentorio que el amor.Eso que nos unió en vida, eso que no me permite dejar que te vayas. El hallazgo de una categoría más definitoria, a la que no puedes endosarle un matiz único, ni resumirla con las palabras de las miles de lenguas que hoy le hablan al mundo.


Sóplamela desde allá, pues sólo tú y yo la comprendemos.


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