Resignación

La vida sigue por encima de todo. La vida sigue a pesar de tí. Nadie puede morir genuinamente de dolor como lo aspira. Ni en esas noches donde arrullamos el duelo y lo elevamos a un grado tal que parece consumir todas las funciones vitales. No se logra nada con tu rendición sobre la almohada. Tus lágrimas no son el catalizador suficiente para diluir el espíritu hasta su último momento. La vida sigue arrastrando todas tus cargas, junto a tu alma. Hasta que la ingrata sorpresa de vivir se disfraza como rayo del amanecer. Es saliva caliente desparramada por tu cara; ensordecedor latido matutino; sienes brotando a reventar. La obligación que se impone como rutina. La vida sigue y con ella los días, meses, años. Como luz, algún momento feliz descansará el montaje de tus noches de muerte. Pero su misma fugacidad hará que retorne el monstruo a sus raíces. Y retomarás esas noches, donde el sueño de morir es la única meta de vida. Volverán tus ahogados ojos a engañarte y creerás que has asfixiado lo suficiente al espíritu. Más, volverás a levantarte para y con tu desesperanza. Comprenderás que son tus noches páginas de piedra que graban como el tiempo pasa, te pasa. Y que así será hasta que la ola se devuelva a altamar y no retorne. En el intermedio, te conformarás quizás con la única certeza que desprenden tus vivencias: cada noche que persigue la muerte se traduce en un día que vivirás menos feliz.

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