Rarezas Parte I (We're all made of stars)


1) Imagino las historias de la vida de la gente. Una familia jugando en un parque, enamorados en una playa, o el metro con su maremágnum de olores, usuarios desastrosos y pisotones con menciones de madre, todas esas situaciones me inspiran la misma manía de entretejer cuentos, esculcar dolores y pasados, de descubrir en las miradas qué puede estar pasando, faltando o sobrando. Todas esas cosas que no son mi problema y que no pasarían por la mente de personas con claridad mental, o sexo interdiario (digo yo)

2) Me distraigo leyendo mentalmente las palabras al revés. Cuando no tengo música o lectura para paliar las colas y las desgracias de la ciudad, persigo palíndromas o simplemente, reto a mi mente para que se supere leyendo en reversa términos científicos como “esternocleidomaistoideo”.

3) No salgo de mi casa sin labial. Puede faltar la sombra, el lápiz de cejas, pero una boca roja o brillante es la mejor forma de desobediencia civil contra la flojera, depresiones o el ladillamiento crónico.

4) Compro cuando estoy deprimida. Lo hace Demi Lovato, un montón de famosas con vacíos tan amplios como sus cuentas, y yo. En ese proceso, me hago con cualquier artículo, necesario o no, aunque pueda usarlo una sola vez. Pero nunca me arrepiento. Cada vez que me asalta la necesidad compulsiva de pasar la tarjeta de débito sin un requerimiento urgente, intuyo lo que se viene asomando. Tres meses atrás, compré unos novios para torta con rostros de bebés, que hoy adornan mi repisa (con post episodio de blue emocional incluido) Comprar es como activar la producción de neurotransmisores (adrenalina, serotonina) que mueven el ánimo. Hay algo sanador en la compras sin sentido.

5) He hecho todas las cosas que la gente no se atreve a hacer sin compañía (mi círculo y otros círculos prolongados) He viajado sola durante días, he tomado sola en un bar, he visto películas lloronas en la soledad de una butaca de cine, he disfrutado conciertos cantando a rabiar con miles de personas que no me conocen y me he parado a bailar sola en las fiestas. Me debato entre resistir la soledad y disfrutarla, muchas veces me siento mi mejor compañía, aunque siempre viva rodeada de mucha gente y afectos. Y los necesite, además.

6) Soy criptofóbica y musofóbica. Cualquier alusión a murciélagos, ratas o ratones, me produce inmediatamente una reacción del sistema inmune, que se manifiesta en ronchas rojas en la piel y una piquiña permanente. El único ratón que soporto es a Mickey porque desde pequeña convencí a la mente de que era un “osito” y jamás he podido ver Ratatouille. El virus con material genético de murciélago que se propaga en “Contagio” me dejó dos días con una roncha gigante en la espalda.

7) La vida es una canción para mi. Todos mis nicks y estatus de cualquier pendejada en redes sociales y formatos de intercambio de mensajes casi siempre refieren a cualquiera de las más de 1.000 canciones que, sin exageración, he almacenado en 29 temporadas de vida. Actualizo constantemente esa base de datos y no puedo concebir un recuerdo que no este vinculado con una canción. Puedo olvidar olores, colores, pero nunca la canción de la época. Es algo más fuerte que yo.

8) Soy fanática de las miradas que dicen lo que callan las bocas y la razón. Y he tenido la capacidad histórica de advertir en lo que la gente mira (o deja de mirar) las verdaderas intenciones. Con el paso del tiempo, he aprendido también a sostener la mía, voluble y vulnerable como ella sola. Y a que comunique como debe comunicar (el medio es el mensaje)

9) Suelo estar menos feliz de lo que aparento y siento. Depresión diagnosticada y una bipolaridad relampagueante me hacen transitar por un borderline anímico que ya no me cuesta asumir. Es suficiente la estigmatización de los pacientes psiquiátricos en todo el mundo, como para también tener que esconderlo. Y la lucha interior también es una batalla difícil, como para tener que luchar contra el prejuicio del mundo. Mi familia y mis afectos lo conocen y lo acompañan, me tienden la mano cuando el hueco se convierte en refugio y celebran mis episodios de ímpetu (con la cautela de que no me peguen del techo) También, suelo tener más felicidad de la que contabilizo y por eso permanezco siempre de pie.

10)Aunque la imprecisión manual me condujo a la prostitución humanística, soy una científica nata, con un potencial de pseudociencia afinado y asumido. Son el tipo de contradicciones que me habitan. Sería neuróloga e investigadora conductual de haber podido colocar una inyección o ejecutar con limpieza una incisión quirúrgica y creo que la ciencia es el único camino posible a la paz y a una sociedad que valga la pena. Pero también, me muevo según los ciclos de los planetas, me retrogrado cuando así se pone mercurio y usa ropa interior roja (y mínima) todos los 31 de diciembre para que no me falten la emoción ni la pasión en el Año Nuevo.

11)Pertenezco a ese 3% de la población mundial avis raris que no se muere por un chocolate y que prefiere que le regalen una bisutería hippie comprada a artesanos de la UCV que una flor de cualquier tipo o un buen chocolate El Rey. Puede hacer sacrificios por un chocolate blanco, pero me es suficiente con dos trozos.

12)Me duele la cabeza todo el día si lo primero que me meto en la boca no es una taza de café.

13)Tengo que hacer pipí e ir a la cama tan inmediatamente como me sea posible. Si pasa más de un minuto, vuelvo a la fase excretora y además con líquido abundante como para pensar “si no hubiese venido, me orino”.

14)La pepsicola Light me da dolor de cabeza y la Cocacola Light me lo quita. Son la misma basura, pero con efectos distintos en las sensibilidades de mi caprichoso cuerpo.

15)Dormí hasta junio del año pasado con una cobijita de mi infancia que fui cortando en pañitos. Me encantaba oler mi olor para dormir y la lavaba pocas veces. Me la botaron en casa cuando me ausenté casi un mes por un viaje al exterior, porque nadie concebía esa niñada. La sustituí por una que afortunadamente robé de American Airlines y que estoy convirtiendo en mi nuevo “Nené” (nombre acuñado al raro trapito, que además tiene que ser rojo para que surta un efecto similar) Tampoco puedo dormir bien cuando no la tengo cerca.

16)Cada vez que veo “Desde mi cielo” (The lovely bones, cosa que ocurre al menos una vez al mes) siento que puedo terminar asesinada como la niñita. Lloro sin remedio en la Escena en la que entra su mamá finalmente a su cuarto y le dice “Te amo, Susie”. Y me imagino mi entrada triunfal al cielo (porque creo en Dios y siempre quiero que me lleve pronto, pronto) como cuando las niñas se consiguen todas en el trigal y suena “Song to the Siren” de This Mortal Coin.

17)Lloro en el pre y durante la menstruación, más que de costumbre. Me da por reflexionar sobre la vida, casi siempre sin éxito.

18)Cuando me repliego, no escribo. Cuando me activo, en demasía.

19)Siempre quise que la luna me secuestrara como decía la leyenda que de pequeñita me contaban (cuando se dieron cuenta de mi fascinación extraña e incomprensible por dicho satélite) Debo admitir que aún albergo un poco de esa esperanza, cada cierto momento de contemplación.

20) La muerte es un temor recurrente, pero tengo una extraña atracción por leer los obituarios en cada periódico que tomo y por perderme en los cementerios para leer los epitafios. Comparo fechas y me conmueve la diversidad de décadas y hasta siglos que pueden confluir en un camposanto. Recreo nuevamente las historias, y me disperso poniéndole cara a esos difuntos. También, imagino cómo es el después de las personas dentro de una urna cada vez que asisto a un cementerio. Puedo pasar pensando has tres días, persistentemente, una daga de tortura, en la forma en que científicamente se va descomponiendo el cuerpo (comprobado que en tres días pasa) Y he llorado amargamente cada vez que alguien cercano o amado ha partido, imaginando esa primera noche que pasan en un cementerio (aunque esté bien consciente de que es sólo una estancia del cuerpo) He soñado con mi velorio y hasta dado instrucciones precisas a gente específica sobre qué hacer ese día y con mis restos (ya mis órganos están donados) que deben ser cremados y distribuidos en: el Estadio Universitairo de Caracas, Tierra de Nadie en la UCV y los Médanos de Coro.

21) Fumé tres meses de mi vida hasta desarrollar asma. Y cada vez que estoy al borde de lo emocional, sueño que recurro a un cigarro y que me hace feliz. Es un escape del subconsciente.

22)Sé que pudiese ser alcohólica fácilmente, pero he encontrado algunos diques. Y me resultan. Así que hemos aprendido a llevar nuestra relación en sana paz. Y es un mecanismo de evasión fructífero.

23) Tengo varios poemarios replegados, con instrucciones también precisas de ser sometidos al escarnio público cuando ya no cuente días en la Tierra.

24)25) Mi fanatismo es desmedido, porque amo y odio con la misma intensidad. Me podrán acusar de cualquier cosa, menos de ser tibia. Eso es una rareza, un defecto y una virtud.

25)Creía en el amor como una de las bellas artes, como el mandamiento número once, como la octava maravilla. Aunque se ha ido desvirtuando en el camino el concepto (unas veces ensanchado, otras reducido) aún espero por ese rescate.

26) Colecciono fotografías de eclipses, auroras boreales, cielos, mares y amaneceres/atardeceres. Me recuerdan la potencia de la vida, de los ciclos, y cómo nada se detiene aunque ese sea a veces nuestro único deseo.

27) Cuando quiero estar más lejos, es porque de verdad temo a estar más cerca. Y si temo, es porque lo quiero.

28) Y soy esclava de las confesiones públicas y expresas, desde hace rato que perdí la verguenza.

La foto: Una de las coleccionables del cielo, motas de algodón en un avión para Punta Cana

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