¿Perder para ganar?

Aprendo a no sepultar el dolor, mientras vive
Que muera el dolor sólo cuando quiera morir
Cuando haya vivido ya lo suficiente conmigo,
en mi 
No mato dolores a juro
Porque vuelven a matarme

Para mi, es algo que no existe.
Sólo hay gente que se lame las heridas de la derrota, con la esperanza de que duelan menos.No hay consuelo en la derrota. Es un duelo que se tiene que librar, llorar, experimentar en todo lo ancho de la sensación, para que la emoción tome su curso y se pueda saldar en su totalidad.

"Ganar" en las derrotas es algo así como resignarse. Es un escape, un método evasivo de la psique. Hay que asumir que se perdió, llorar porque se perdió, sufrir por lo qué se perdió. Luego así, y sólo así, es posible recomponerse sanamente. No se cierra esa etapa si se pretende obviar o ignorar el traspiés. Hay heridas que se abren al mínimo contacto con el ácido. La cicatriz es un proceso de tiempo, de reestructuración. De conciencia. La sanación de la piel empieza en la cabeza. Nadie puede apurar una vivencia que sólo le pertenece al que perdió, al que interpreta dentro de sus esquemas contextuales y psíquicos lo que esa pérdida configura.

Así como hay que ser digno en la victoria, se debe sufrir  la derrota. Pero vivimos en una sociedad que prohíbe la tristeza. Que no nos da margen de sufrir, aún y cuando nos presenta, cuál prostituta barata, todas las opciones posibles para jugar y perder (no tanto como para ganar) El rescate de la vivencia del dolor es una tarea pendiente con nosotros mismos. Pasan los juegos, los pierdes  y tienes que levantarte al día siguiente a seguir siendo impresionantemente eficaz y eficiente. A ganar para otros, a costa de una pérdida progresiva de tu paz y estabilidad mental. Sepultar el dolor vivo es la peor forma de autoagresión.

La derrota y el dolor experimentados de forma inadecuada son el caldo de cultivo para que se instalen las depresiones crónicas. Las organizaciones internacionales en salud estiman que, para 2021, la depresión será mayor en incidencia que, incluso, los problemas cardiovasculares. Es una epidemia que nos seguirá arrasando hasta que no se comprenda que nuestros ciclos humanos exigen pausas, desconexiones y manifestación de las emociones, no sólo positivas, no sólo de las que convienen. Sentirse triste, derrotado, es tan válido como estar feliz y no debe ser una incomodidad que deba vivirse en lo oscuro de una habitación, ni detrás de un PC.

No dejar de intentar el triunfo, saber que perder es una posibilidad mucho más certera y permitirte afrontar la derrota como corresponde, es una garantía de equilibrio a largo plazo. No hay vasos medios vacíos, ni medio llenos. El vaso o se llena, o se derrama, o tiene una fuga permanente. Y vuelve a llenarse contra todo pronóstico; se vacía también, contra todo aire.  Así, continuamente.

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