Sólo él

Era tu aniversario de vida, pero te empeñaste en congratularme.En celebrarme. Asumo y acepto que quieres verme feliz (fue la tónica, sigue siendo la tónica)Vía susurro, vía suspiro. Vías insospechadas. Un montón de sincronías casi perfectas se combinaron de tu mano en este día en el que me obligaste a desplazar la nostalgia por una gratitud multicolor y deliciosa. Creo que el mensaje no puede ser más evidente: Quieres verme (y así fue siempre) contenta, feliz y agradecida por la vida, con la vida. Soñando amores, lustrando palabras, creyendo en horizontes. Disfrutando los momentos desde tus gafas, con esa liviandad de pisciano que sabe moverse con soltura dentro del mar, desafiando los peligros, huyendo para no ser presa fácil...

Son tan escasas las personas en la vida que no destiñen un mal recuerdo. No tengo uno tuyo. Y sé que no tiene que ver con la brevedad del tiempo que pisamos juntos. Sé que no sangrabas como humano. Nadie cree en los amores perfectos, pero tú fuiste el mío. El que todos merecen vivir y necesitan tener ¿Cuántas personas pueden regodearse de haber vivido algo similar? ¿De contar con  un alma destinada a salvarle continuamente. Perpetuamente? Soy afortunada. Una excepción en la regla de imperfecciones de un planeta, donde amor es una palabra tan prostituída y maltratada.

No recuerdo una palabra tuya que me hiriese. Un gesto que me desencajara las ganas. Ni siquiera el dolor de haberte ido antes te lo atribuyo. Formaba parte del plan. Aún así, te excusas, compensas, para saldar la brecha espacial. Te apareces cada cierto tiempo, repartido en montones de detalles que avivan, como hoy. Recordándome que sigo aquí, que puedo ganar, celebrar, reír, ser mujer, levantar el mundo y sus habitantes como quiero y cuando quiero. Ese fue tu regalo de aniversario, me invitaste a tu fiesta con el único requisito de ser feliz.

Acepto tu reto, Migue. Quiero y puedo ser feliz. Te lo debo. Es mi honor, es mi ofrenda. Tú más que nadie mereces que yo sea feliz.


Porque sí, eres mi preciada llama como dijo Murakami. Pero no te he perdido y ahora más que nunca quiero encenderte dentro de mí, para no perderme. 

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