Viejo año


Amaneces cansado. La certeza del último día es un regalo de los dioses, si te comparas con aquellos que son raptados sin aviso y sin protesto. Con el tiempo a rastras, te escudas en el nada tímido rayo de sol que se adueñó de tu ventana. Te levantas, toca seguir

La mañana no está gris. Los azules en todos sus matices se han volcado para este adiós. Y piensas que algo queda de espléndido en tu ocaso. Balbuceas y sonríes a medias. Miras en ese espejo que se deshoja inexorable. Eres eso que bota hoy su última concha. El conteo regresivo comienza.

Enumeras tus atropellos, enlistas tus bendiciones. Ostentas tus designios, porque sigues siendo aún poderoso y determinante en tu postrimería. Tus pasos ya no son firmes, como los de otrora: Decenas de días te separan de aquel nacimiento festivo entre luces y colores. Ya nadie te espera, todos quieren apurar tu inevitable fin. Estás consciente, están conscientes. No pretendes extender lo que no puede ser, bien sabes que eres un manojo de vientos arrastrados por el tiempo.

Rueda una cáscara de nuez que envuelve tres deseos, el aire se impregna de mirra y el fuego es denominador común. Colores, sabores y expectativas se entrelazan en las sonrisas de quienes te abrigaron. Burbujas de brindis se reparten indiscriminadamente. En algunos lugares del mundo, ya no hay vuelta atrás. Todos tienen la vista puesta en quien te sigue, toda escoba nueva favorece un mejor barrido. Muchos, ya tienen el pie en tu sucesor. Sus vidas ya son de la orilla opuesta.

Están los que te odian, los que se revuelcan en tus recuerdos pesados y prefieren eliminarte del historial de sus vidas. Te arrancarán como un cuerito que sobresale de una uña, sangrarán hasta que las células regeneren. Habrá cicatriz, habrá dolor. Pero no serás ni un recuerdo para ellos. Tan sólo olvido, el mejor castigo de los ingratos.

En el hemisferio Sur, cuento tus últimos movimientos. Esos pasos que también fueron míos. Oscilo de lado a lado en ese péndulo que balancea tus aciertos y desaciertos, las risas que provocaste, los llantos, los pendientes que me heredas. Me debato entre quererte, crucificarte, o despedirte con solemnidad. Luego, me reconozco tanto en ti. No ser ni blanco ni negro, nos une. Yo también soy un matiz, una dualidad, dos caras de una moneda. Hay una solidaridad automática entre los que somos variopintos.

Y también me extinguiré un día, en una fecha bien lejana a ti (espero). No dudo que quisiera conocer con convicción cuando me toca. Es tu caso y ya la noche se agota. El reloj no se detuvo. Año viejo, te despido y ojalá mis partículas te alcancen en ese espacio de brumas al que vuelas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ofrenda

Reflejo

Sunset