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Dos días y el 2012 que se veía lejano, es ahora el preámbulo de una esperanza a la que se aproximan mis pies.
Todos hablan del "año", el "momento", el "decreto", y suelen endilgarle el mote a cualquiera de los 365 días que comienzan un 1 de enero. Por múltiples razones, el 2012 ha lucido desde hace varias vueltas al sol como mi deadline. Son muchos los asuntos Universo/Mundo/País/Persona que pudiesen estar resolviéndose en estos días a los que me arrimo.
La mezcla expectativa/temor me tiene clavada a esta pantalla de mi portátil, buscando las respuestas que anhelo anticipar, en el ejercicio terrenal de la calma.
Quiero tener toda la claridad mental, la paz de conciencia, la sintonía con mis instintos y la sincronía con mi fe para tomar las mejores decisiones y esperar que aquello en lo que no pueda colaborar mi mano, tome el curso que Dios y el Universo destinen para bien.
Desarrollar el don de la paciencia es una de esas metas.
Abstenerme de precipitarme, aprender a soltar, a permitir que las cosas sean más allá de lo que yo quiera o espere. Que sean como está resuelto en el Universo que así se produzcan. Confiar en que actuando adecuadamente, el planeta puede girar como decía el poeta para acercarme a lo que me corresponde. Respirar y golpearme el timo, que dicen es la glándula emocional, para que se active también un coctel hormonal y de neurotransmisores favorables a lo que se viene.
2012, espero de tu gratitud, espero que sí seas ese "año" de enderezar mis entuertos y de tomar un camino claro y sostenido hacia los horizontes que me conduce la vida. Elimina lo que no haga falta, cultiva lo que deba crecer, dame determinación , voluntad, salud. Y que no falten las letras, ni las ganas de darles forma, ni la vida que merezca ponerse en esos términos.
Amén

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