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"I did all my best to smile"...
Juro que quería reír, quería ser una sonrisa perpetua, el esbozo de una carcajada.Un intento del labio entreabierto de felicidad. Ensayar el gesto, alardear de mi esfuerzo.
Hice lo que pude, pero hay vacíos que pesan tanto. Son como las oscuridades densas, que succionan las estrellas, como cuando las nubes se roban el espectáculo del cielo y los ánimos se adormecen esperando que la tierra de la vuelta y le ponga la cara de nuevo al sol.
Es cuando pienso que mi risa se volvió acomodaticia; que se pliega a los vaivenes del mundo, que ya no tiene la potencia genuina de otrora. No eres la niña que ríe en esa foto con su Mickey encapuchado, la que espera que el fin sea una teoría de los apocalípticos.
Hay tantas soledades reunidas en una risa que parece y no es.
En qué momento dejé de hacer todo para reír? O mejor dicho, comencé a reírle al mundo para ocultar los lobos que carcomen mi interior?
Hoy quiero ser la niña del Mickey encapuchado. Y llorar. Así como si pudiera ir al mercado a comprarme unas lágrimas y colgármelas hasta entender por qué quieren y deben brotar. "Señor, deme un caramelo y unas lagrimitas". Y lanzarme a pie por una calle donde juegan los niños, llorando, sin que me importe el rimmel derretido ni los ojos hinchados.
Quiero reír auténticamente cuando pueda convivir con este demonio insaciable del vacío; el demonio que omite el mundo completo alrededor (abierto y generoso) y se toca el vacío, la falta, la ausencia, que muta en caras, ojos, cuerpos y situaciones distintas.
Qué clase de vacío eres? Acaso, la risa que no puede ser?

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