29 y descontando!



A los 29, esperaba haber vivido muchas cosas que no he vivido. Pero también, he vivido muchas cosas que no esperaba…

A los 29, he conocido y defraudado más a Dios de lo que creí. Pero también, lo he amado, me ha amado incondicionalmente, me ha regalado el ápice de un arcoiris, mil oasis en medio de todos los desiertos por los que divagado mi alma y que he transitado a veces en cuclillas, a veces arrastrada, pero siempre soportada por su peso inquebrantable. A los 29, puedo afirmar que nunca estaré sola mientras lo tenga de mi lado y que no me le perderé, ni que quiera.

A los 29, no ha debutado mi vientre como refugio. Pero se ha emocionado con el repique de otros vientres cercanos y con la bendición doble del tíazgo, que hoy en día me baña.

A los 29 no me han dicho mamá, pero cada vez que me dicen “tía” o “tata”, recupero la confianza en un mundo que, como dice Laura Pausini, “vive sin amor”. A los 29, Ángela Marié se ha robado todo mi alma con la potencia de su risa, con la escobita con la barre el piso, con ese besito pegado al cachete y esa risa que golpea las entrañas, con ese abracito de osita achocolotada y con la paz incomparable de sus cachetitos durmiéndose sobre mis hombros, después de tararearle las canciones que tan mal canto. Con ella he conocido un amor distinto e incomparable, inconmensurable.

A los 29, sigo contando con una mamá que conoce y sana cada herida con su amor inmaculado; con un padre que formó mi corazón para lo valiente, lo grande, lo hermoso. Con una hermana mayor que me enseña cada día cómo vivir contraria al desánimo y a la cobardía; con una menor que luego de ser mi protegida, pasó a ser mi protectora y mi ejemplo. Con un brother, que es mi referencia de único hombre bueno y noble en el planeta, mi sustento masculino. Con un par de pequeños que me han adiestrado en las artes del perdón, la aceptación y la fuerza de la sangre. Con un perrito anciano más fiel que cualquier porquería de humano de este mundo. Y con dos cuñados que se han sabido ganar un lugar especial dentro de mí.

A los 29 he sido madrina, dama guía, dama de honor y me he ganado cinco bouquets. Pero nunca novia, o mejor sí, una fugitiva; la novia eterna de la vida ancha y de las aventuras inconclusas, la novia de la adrenalina. A los 29, no he caminado por un largo pasillo que me lleve al altar vestida de blanco. Pero lo he hecho de otros muchos colores, porque así me gusta ver la vida, multicolor y generosa. A los 29, me he preparado en las lides del amor y el desamor, la ventura y la desventura, y con este PHD en los sentimientos, tendrá un gusto distinto cuando llegue mi momento de caminar ese pasillo entre calas y tulipanes, en el desfile del dorado, donde algún caballero celebrará (con el mar como testigo, por supuesto) el haberle puesto el cascabel al gato J

A los 29, me han dado el beso perfecto, varios abrazos memorables, le han puesto acelerador a la piel. He vivido el amor correspondido, el amor prohibido, el amor que cruza fronteras y une naciones, el amor imposible. He inspirado varias palabras y me han dedicado muchas canciones. He escrito muchos malos poemas, pero otros menos vergonzosos sobre ellos. Me he despechado, se han despechado por mí. Los recuerdo con algunas melodías, y en su mente también los perfora algún recuerdo musical asociado a mi persona. Han sido inolvidables, he sido y seré inolvidable. Lo sé J y ellos también lo saben.

A los 29, no he conocido el amor de la paz ni el que me reconcilie con mi palabra, por eso sigue siendo tan emocionante la búsqueda de los próximos años que Dios me depara. Las historias inconclusas siempre abren la puerta a nuevos caminos. A los 29, ya no te busco, porque espero que tú me encuentres.

A los 29, tengo familia divina que me arrulla con sus brazos abiertos en varios rincones de este país e incluso, fuera de él. Tengo un happy place dentro de las costas venezolanas que se llama Coro, un pueblo afable e inmenso que me hace feliz nada más con respirarlo y al que huyo cuando la vida me queda grande. Tengo la sombra en los Médanos, las olas de Villa Marina, los patacones de Ciudad Maracaibo, el cielo de Codore y dos casas de tías y madrinas donde se resumen muchos de los mejores momentos de mi vida.

A los 29, me quedan los amigos sinceros, los de las malas y las buenas. Los que comprenden mis dolores, se desquician con mis locuras y me acompañan salga sapo o salga rana. A los 29, esos loquillos y loquillas han demostrado que sin importar mi pasado, ellos siguen en mi presente y hacen pactos cada día de futuro. Y por eso los quiero.

A los 29, acumulo muchos horas peluquería, más horas de baile y otras bastantes de licor. A los 29, sigo cantando en la ducha, lloro con la menstruación y con las películas rosa (más si son de Julia Roberts) me destornilló de carcajadas con Los Simpsons, me pinto las uñas de colores estrafalarios, cambio de color de cabello cada mes y me sigo vistiendo pegadito y cortico, con esa ropa de trópico que no le va al frío de Enero de Caracas.

A los 29, le he ganado varias batallas a la fibromialgia, tres a los fibromas, tres a los quistes de ovario y una bien dura al Síndrome de Meniere. Y con mi locura cotidiana, pues ya nos entendemos y aceptamos.

A los 29, tengo más cintura que cuando tenía 25, y empiezo a entender la ventaja de ser baja y delgadita cada vez que me dicen “niña”. A los 29, acepto mi talla 32 de sostén, se me quitó la idea de las lolas y me siento orgullosa de la herencia curazoeña de mis pompis.

A los 29, he vivido 17 campeonatos de los Leones del Caracas, uno en cuerpo presente en el Universitario, otros acostada en la cuna y la mayoría, pegada al televisor. A los 29, sigo siendo tan fanática como cuando a los 6 lloraba por ellos cuando los eliminaban con una canción de Carlos Mata (“tendría que escuchar estas palabras del adiós”) He celebrado 5 campeonatos de los Yankees, dos de Cocodrilos de Caracas y me he vacilado muchas humillaciones al Magallanes J


A los 29, me sé la letra de más de 2.000 canciones, tengo como 5.000 en la computadora y una deuda pendiente con mi y que afinado oído musical. He perseguido a los BSB por toda Caracas y hasta Maiquetía, me dejé influenciar por la cultura pop de Britney y Christina, escucho vallenatos como rock alternativo y sigo mal pegándome con series para adolescentes como Vampire Diaries.

A los 29, soy un desastre al volante, no termino de animarme a manejar y espero un novio con una línea de taxis que me desplace cómodamente por la arruinada Caracas.

A los 29, sigo esperando que cambie la historia mi país y tengo 11 años viviendo con el mismo nefasto como Presidente, todos ellos como su opositora. A los 29, mi última esperanza en los venezolanos, en el país y en el mundo está puesta en el 2012.

A los 29, me encadené como el innombrable. Pero valía la pena para mí esta reseña. A los 29, conozco el poder de contar las bendiciones y de los balances no como derroteros, sino como los pergaminos de lo que puede ser.

A los 29, tengo miedo de seguir viviendo, pero más miedo de no hacerlo. A los 29, como dice Rosario en una canción “Prometo ver la alegría, escarmentar de la experiencia”.

A los 29, los quiero y me quiero mucho. A los 29, pido a Dios que abra los cielos y me ilumine siempre.

A los 29, soy más humana. Y vieja, pero como la Plaza Bolívar.

Love you mi gente. Gracias por estar aquí!

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